En tus manos, oh Dios, me abandono.Modela esta arcilla,como hace con el barro el alfarero.Dale forma, y después, si así lo quieres, hazla pedazos.Manda, ordena. ¿Qué quieres que yo haga?¿Que quieres que yo no haga?.Elogiado y humillado, perseguido, incomprendido y calumniado, consolado, dolorido, inútil para todo, sólo me queda decir a ejemplo de tu Madre: Hágase en mi según tu palabra.Dame el amor por excelencia, el amor de la Cruz;no una cruz heroica, que pudiera satisfacer mi amor propio;sino aquellas cruces humildes y vulgares, que llevo con repugnancia.Las que encuentro cada díaen la contradicción,en el olvido, el fracaso, en los falsosjuicios y en la indiferencia,en el rechazo y el menosprecio de los demás,en el malestar y la enfermedad,en las limitaciones intelectualesy en la aridez, en el silencio del corazón.Solamente entonces Tú sabrás que te amo, aunque yo mismo no lo sepa.Pero eso basta. Amén.