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Cántico del abandono

Padre mío, hoy levanto mi voz para cantarte porque, en vez de día, en vez del sol, con su luz y sus colores, me has dado sombra, una noche fría.
Yo te amo, yo te adoro porque las olas del mar de tu omnipotencia irrumpieron y arruinaron mis sueños y mis castillos; y deshicieron los más suaves, los más fuertes, los más sagrados lazos de mi existencia.

Yo te amo, yo te adoro y bendigo porque, en vez del calor de tu ternura, descendió a mi huerto el hielo de la indiferencia congelando la última flor.
Señor, mi Dios, yo te bendigo y te alabo porque en tu santa y dulcísima voluntad has permitido que las sombras del crepúsculo desmayasen el colorido de mi juventud; porque quisiste que yo fuese, no un astro ni siquiera un cáliz brillante y hermoso sino un grano de arena, simple e insignificante, en la inmensa playa de la humanidad.

Si un día te alabé en la alegría y te canté en medio de esa luz con la que transfiguraste mi vida, hoy te amo y te adoro bajo la sombra de la cruz.
Te bendigo en la lucha y en el trabajo, en las piedras y asperezas de la subida; y el llanto que hoy derramo es el dulce rocío de la corola de mi alma agradecida que te bendice en el tedio y en la pobreza, en la niebla gris de la tristeza, porque, así y todo, me diste, cariñoso, esta bóveda azul e infinita para cubrir, oh Señor, mi desdicha.

Sí; yo beso con ternura y abandono esas manos divinas que me hieren, porque creo firmemente que no cae un solo cabello ni una hoja sin la voluntad dulcísima del Padre que dirige sabiamente la orquesta sinfónica y divina del universo.
Sí, Padre poderoso y querido; desde el fondo más recóndito del océano de mi alma te alabo absorto y agradecido y exulto en un canto de esperanza.
Si un día te atravesaste en mis planes y programas. Si apagaste un momento la luz de mi llama, es porque, más allá del brillo de las cosas, de los aromas, de las flores que fenecen, hay otro mundo más hermoso que yo diviso, una Patria en la que nunca anochece y una Casa de Luz edificada sobre la paz eterna.

En tus manos me pongo; haz de mí Lo que quieras.
Amén.