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El Dios de la fe

¡Oh Tú que no tienes nombre y eres impalpable como una sombra y sólido como una roca!
Nunca serás empíricamente captado ni intelectualmente dominado, porque eres el Dios de la Fe.
No eres una cosa misteriosa sino el Misterio: aquel que no puede ser entendido analíticamente; aquel que no será reducido a abstracciones ni categorías.
Aquel a quien nunca alcanzarán los silogismos; aquel que es para ser acogido, asumido, vivido aquel al que se le “entiende” de rodillas, en la fe, entregándose.
Eres el Dios de la Fe.

Las palabras más excelsas del lenguaje humano no serán capaces de encerrar en sus fronteras ni un ápice de tu substancia, no podrán abarcar la amplitud, inmensidad y profundidad de tu realidad.
Superas, abarcas, trasciendes y comprendes todo nombre y toda palabra.
Eres realmente el Sin Nombre, verdaderamente el Innominado.
Eres el Dios de la Fe, sólo en la noche profunda de la fe, cuando callan la mente y la boca, en el silencio total y en la Presencia total, dobladas las rodillas y abierto el corazón, sólo entonces aparece la certeza de la fe, la noche se trueca en mediodía, y se comienza a entender al Ininteligible.
Mientras tanto tenuemente vamos vislumbrando tu figura entre penumbras, huellas, vestigios, analogías y comparaciones.
Pero cara a cara no se te puede mirar.
Eres el Dios de la Fe.

Nuestra alma desea ardientemente asirse a Ti, adherirse.
Queremos poseerte, ajustarnos en Ti, y descansar.
Pero, ¡cuántas veces!, al llegar a tu mismo umbral, te desvaneces como un sueño, y te tornas en ausencia y silencio.
Definitivamente eres el Dios de la Fe.

Como los exiliados, somos arrastrados hacia Ti por una oscura y potente nostalgia, una extraña nostalgia por una persona que nunca abrazamos y una patria que nunca habitamos.
Nos das el aperitivo y nos dejas sin banquete.
Nos diste las primicias, pero no las delicias del Reino. Nos das la sombra, pero no tu Rostro, y nos dejas como un arco tenso. ¿Dónde estás?
Peregrinos del Absoluto y buscadores de un Infinito que nunca 'encontraremos', y, al no 'encontrarte' jamás, estamos destinados a caminar siempre detrás de Ti
como eternos caminantes en una odisea que sólo acabará en las playas definitivas de la Patria, cuando hayan caducado la fe y la esperanza, y sólo quede el Amor. Entonces sí, te contemplaremos cara a cara.
Dios mío, sí yo soy un eco de tu voz, ¿cómo es que el eco sigue vibrando mientras la voz permanece en silencio?
Si yo soy la sed, y tú el Agua Inmorta