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Momentos de depresión

Dios mío. Dios mío ¿por qué me has abandonado?
De improviso cincuenta atmósferas han caído pesadamente sobre mí,
y no sé a dónde huir, ni tengo ganas de vivir. ¿Dónde estás, Señor?
Arrastrado como un desvalido hacia un erial inerte,
sólo sombras rodean mis fronteras. ¿A dónde salir? Piedad, Dios mío.
¡Pobre ángel sin alas!,
abandonado sobre caminos olvidados y cubiertos de niebla.
¿Dónde estoy? Estoy en el fondo del mar y no pue-do respirar.
¿Dónde se escondió la luz? ¿Arde todavía el sol?
Peor que el vacío y la nada, ¿qué es esto?,
simplemente horror de sentirse hombre.
Dios mío ¿por qué no me borras de la lista de los vivientes?
Como una ciudad sitiada, me cercan y aprietan y ahogan la angustia,
la tristeza, el amargor y la agonía.
¿Cómo se llama esto? ¿Náusea? ¿Tedio de la vida?
La desolación extiende sus grises alas de horizonte a horizonte.
¿Dónde está la puerta de salida? Pero ¿hay salida? Tú eres,
sólo Tú eres mi salida, Dios mío.
No me olvido, Jesús,
Hijo de Dios y Siervo del Padre que allá en Getsemaní,
bajo el clamor de los olivos y a la luz de la luna,
el tedio y la agonía te estrujaron hasta verter lágrimas y sangre;
y recuerdo que una pesada tristeza de muerte
inundó tu interior como un mar amargo. Pero todo pasó.
Yo sé que también mi noche pasará.
Sé que rasgarás estas tinieblas, Dios mío,
y mañana amanecerá la consolación.
Caerán las gruesas murallas y de nuevo podré respirar.
Mañana mismo mi pobre alma será visitada y volveré a vivir.
Y diré: gracias, mi Dios, porque todo fue una pesadilla,
sólo la pesadilla de una noche que ya pasó. Mientras tanto,
dame paciencia y esperanza, Y hágase tu voluntad, Dios mío.
Amén.