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Nuevo salmo de la creación

(Fragmentos)
Permite que te alabemos, oh Dios, en todos los mundos que creaste.
Permite que te alabemos en las alturas de los ángeles.
Permite que te alabemos en las profundidades del fuego crepitante de los astros.
Permite que te alabemos, oh Dios nuestro, al pie del ángel que cierra el infierno.
Permite que te alabemos, oh Dios, con las aves que gorjean,
multicolores y ruidosas, que alegran la vista y el oído.
Permite que te alabemos, oh Dios, por los nidos de los árboles,
donde las pequeñas aves levantan sus cuellos desplumados a la madre que les trae comida.
Permite que te alabemos, oh Dios, con las aves poderosas,
que vuelan sobre las aguas del mar, y levantan el vuelo hasta los glaciares de nieves eternas.
Permite que te alabemos, oh Dios, por los animales de la tierra,
granes y pequeños, llenos de ternura o llenos de fuerza indomable.
No los saques de este mundo.
Déjalos vivir
Y deja que vengan nuevas generaciones, que, a su vez, te alaben.
Permite que te alabemos, oh Dios Uno y Trino, por los animales de la tierra.
Ellos son de pies ágiles, y de bello aspecto.
No los dejes parecer
por causa de los animales
grandes y poderosos, que lo pisotean todo.
Pero también el animal grande
tiene un corazón,
y unos hijos pequeños que defender.
Permite que te alabemos
en toda la redondez de la tierra,
por todo lo que vuela y corre,
nada y se eleva desde las profundidades.
Todo es tu propiedad:
en todas partes está tu dedo, que derrama belleza en las plumas multicolores,
pone fuerza en las alas y en sus fuertes garras.
En todas partes está tu Amor, inescrutable e insondable.
En todas partes nacen animales pequeños, inermes y ciegos,
que buscan leche junto a la madre.
Bendito seas, Dios Uno y Trino, por las admirables rocas de las montañas y de los glaciares.
Bendito seas por las cascadas y ríos caudalosos, por las aguas quietas, profundas y silenciosas.
Con mucho cariño seas alabado
por las pequeñas fuentes
que dan agua para que vivan los peces.
Alabado seas, mi Dios, por las tempestades sobre la tierra y el mar,
por las tempestades de arena sobre los desiertos.
Alabado seas, oh Dios glorioso, por el esplendor de millares de flores perfumadas,
de lindas formas; jamás cesa esta floración y nunca será aniquilada.
Y aunque Tú envíes una devastación sobre un país, no durará mucho; e irrumpe una nueva primavera;
y una nueva magnificencia reina sobre toda la tierra.
Permite que te alabemos, oh Dios, por tus ángeles.