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Oración del laico

Señor Jesús, Hijo de Dios y hermano nuestro. Tú nos dices en el Evangelio: “Ustedes no me escogieron a mí. Fui yo quien los escogí a ustedes y los he puesto para que produzcan fruto y ese fruto permanezca” (Juan 15, 15).
Gracias, Buen Pastor, Misionero del Padre, siento que tú me has llamado a compartir tu misión de anunciar la Buena Nueva del amor del Padre. La Humanidad se está destruyendo a sí misma y a su entorno de vida, por el goce egoísta y el afán de dominar y de poseer. El mundo necesita el mensaje de la bondad y el testimonio de la solidaridad.
Como los obreros de la viña evangélica (Mateo 20, 7) yo también he sido enviado a trabajar en tu campo que es el mundo en que vivo. Y me has prometido una preciosa paga, mejor aún, me has pagado ya por anticipado con el denario de tu amistad. Quiero responder con la actitud de María: “Hágase en mí lo que has dicho. He aquí el servidor del Señor” (Lucas 1, 38).
Aquí me tienes a tu disposición. Envíame donde se necesite anunciar tu nombre. Entiendo que la evangelización comienza en mi propio hogar, con los míos, en mi vecindad, en el lugar de mi trabajo. Y ante todo, con el testimonio de auténtico discípulo tuyo y en el cumplimiento responsable de mis deberes de justicia y de caridad. Y siempre en comunión con la Iglesia, atento a las orientaciones de los Pastores, que me hablan en tu nombre, en los documentos del Magisterio Universal, de Latinoamérica y de Colombia.
Tu palabra en la Escritura y tu vida en los Sacramentos, en especial en la Eucaristía, lo mismo que el perpetuo recurso a la Virgen María, estrella de la evangelización, serán mi fuerza y estímulo.