Señor, Tú me has llamado al ministerio sacerdotal en un momento concreto de la historia en el que, como en los primeros tiempos apostólicos, quieres que todos los cristianos, y en modo especial los sacerdotes, seamos testigos de las maravillas de Dios y de la fuerza de tu Espíritu.Haz que también yo sea testigo de la dignidad de la vida humana, de la grandeza del amor y del poder del ministerio recibido: todo ello con mi peculiar estilo de vida entregada a Ti por amor y por un amor más grande.Haz que mi vida celibataria sea la afirmación de un sí, gozoso y alegre, que nace de la entrega a Ti y de la dedicación total a los demás al servicio de tu Iglesia.Dame fuerza en mis flaquezas y también agradecer mis victorias. Madre, que dijiste el sí más grande y maravilloso de todos los tiempos, que yo sepa convertir mi vida de cada día en fuente de generosidad y entrega.Amén.