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Para liberarnos del mal

Comienzo mi oración leyendo lo que dice San Pablo a los Gálatas (5, 1. 13-15. 19-26. 6, 3-9):

'Cristo nos liberó para ser libres. Manténganse, pues, firmes y no se sometan de nuevo al yugo de la esclavitud.'

Nuestra vocación, hermanos, es la libertad. No hablo de esa libertad que encubre los deseos de la carne, sino del amor por el que nos hacemos esclavos unos de otros. Pues la Ley entera se resume en una frase: 'Amarás al prójimo como a ti mismo. Pero si se muerden y se devoran unos a otros, ¡cuidado!, que llegarán a perderse todos.'

Es fácil reconocer lo que proviene de la carne: libertad sexual, impurezas y desvergüenzas; culto de los ídolos y magia; odios, ira y violencias; celos, furores, ambiciones, divisiones, sectarismo y envidias; borracheras, orgías y cosas semejantes. Les he dicho, y se lo repito: 'Los que hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios'.

En cambio, el fruto del Espíritu es caridad, alegría, paz, comprensión de los demás, generosidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí mismo. Estas son cosas que no condena ninguna Ley.

Los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus impulsos y deseos. Si ahora vivimos según el Espíritu, dejémonos guiar por el Espíritu; depongamos toda vanagloria, dejemos de querer ser más que los demás y de ser celosos.

Si alguno se cree algo, no es nada, se engaña a sí mismo. Que cada uno examine sus propias obras y, si siente algún orgullo por ellas, que lo guarde para sí y no lo haga pesar sobre los demás. Para esto sí, que cada uno cargue con lo suyo.

No se engañen, nadie se burla de Dios: al final cada uno cosechará lo que ha sembrado. El que siembra en la carne, y en la propia, cosechará de la carne corrupción y muerte. El que siembra en el espíritu, cosechará del espíritu la vida eterna'.

Así, pues, hagamos el bien sin desanimarnos. que a su debido tiempo cosecharemos si somos constantes.

Perdón, Señor, por las impurezas de mi corazón; por las veces que con mis actitudes y mis deseos, no he sido transparente y fiel a los que me rodean; por las veces que he utilizado a las otras personas, sin respetarlas. Perdón por buscarme a mí mismo y no amar a los demás, como tú me amas. Señor, reconozco que hay muchas impurezas, manchas en mi corazón, hay muchas cosas que no vienen de ti.

Te pido perdón, Señor, por las veces que creo más en los horóscopos, en las supersticiones, las cartas, en los magos, adivinos, en la numerología, o en los aromas, que en